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La Misión de Rafael (Cuento) (página 2)



Partes: 1, 2

Rafael siguió haciendo sus apariciones muy
frecuentemente cerca de la casa donde había vivido. Al
principio, sólo algunos de sus vecinos lo podían
ver, pero a medida que pasó el tiempo,
más personas lo veían y se hizo parte de la rutina
de casi todos. Los vecinos de Rafael aguardaban, ansiosamente,
sus apariciones, esperanzados de que los ayudara a resolver sus
problemas. Se
hizo común ver que éstos se sentaban en los porches
de sus casas a cualquier hora, esperando su llegada, y casi todos
empezaron a olvidar que Rafael estaba muerto.

La gente le ofrecía comida y bebida a sabiendas
de que él no podía comer ni beber, ya que era un
espíritu, sin embargo, eso a ellos no le importaba y
dejaban en una mesita en los porches de cada casa cualquier
cantidad de cosas para Rafael. Los niños
de la vecindad aprovechaban esa oportunidad y se comían y
bebían todo lo que los vecinos dejaban. Éstos
sabían que eran los chicos quienes se aprovechaban de los
obsequios dejados a Rafael, pero tampoco se querían dar
cuenta de ello.

Antes de que Rafael empezara a hacer sus apariciones,
Tomás, el hijo mayor de él y de Julia,
empezó a desear cambiarse de la empresa donde
trabajaba porque sintió que lo estaban asfixiando.
Tomás experimentaba lo que sufren casi todos los que
trabajaban en las grandes compañías por mucho
tiempo: los dueños querían gente más joven,
con menos experiencia para pagarles menos.

Tomás introdujo currículos en todas las
empresas de
renombre en el país donde necesitaban personas con su
experticia. Éstas llamaban a Tomás, lo
entrevistaban, lo alababan, lo vanagloriaban, pero al final y sin
saber la causa, no lo contrataban. Así, Tomás
pasó un largo tiempo, hasta que su paciencia
comenzó a resentirse.

Julia también se inquietaba por el futuro de su
hijo y comenzó a hacer oraciones y peticiones a la
divinidad para que ayudara a su hijo. Victoria, siendo tan amiga
de la familia,
también participó de todos los rituales que
hacía Julia para ayudar a Tomás y después de
las apariciones de Rafael, ellas lo invocaban, pero en esos
momentos, por más que lo deseaban, Rafael no se les
aparecía. Las personas que ya estaban acostumbradas a ver
a Rafael también comentaban que ellos creían
sentirlo, pero que tampoco lo habían vuelto a
ver.

Cada vez que Julia y Victoria terminaban una
oración, los cirios utilizados como llamas para
comunicarse con la divinidad, como decían ambas, tomaban
formas diferentes que ellas interpretaban como mensajes que les
enviaba Rafael con permiso de la corte celestial, pero que por
alguna causa que ellas desconocían, seguían sin
verlo.

La primera vez que oraron, el cirio se convirtió
en una rosa: los pétalos de ésta estaban bien
definidos y no había duda de que era una rosa. Julia y
Victoria compraron libros de
Cábala que les ayudara a interpretar cada cosa que pasaba.
Se asesoraban con estudiosos de las ciencias
ocultas y aprendieron a interpretar cada mensaje.

Cuando buscaron lo que significaba la rosa, el libro
consultado decía que la rosa estaba asociada al pensamiento y
ellas, de inmediato, llamaron a Tomás y le dijeron que no
le diera más vuelta al asunto, que ya pronto lo iban a
llamar en una de las empresas que lo habían entrevistado,
pero que él tenía que ponerle más corazón y
menos razonamiento al problema.

Pasaron otros días más, Victoria y Julia
seguían orando y a Tomás no lo contrataban.
Éste se desesperaba más y más, y ellas
seguían orando. Volvieron a encender otro cirio, y cuando
terminaron de orar, se había formado el número doce
con la cera derretida. Buscaron el significado de ese
número en su libro de cábala, el cual se
había convertido en algo así como un diccionario de
significado para ellas. Según la cábala, el doce
significaba el apostolado, y ellas volvieron a llamar a
Tomás y le dijeron que tenía que tener paciencia,
porque estaba pasando una prueba.

Tomas, quizás por la misma desesperación
que lo embargaba, seguía al pie de la letra todas las
recomendaciones de su madre y de la amiga de
ésta.

Después de otros días, Tomás fue
entrevistado por una empresa muy
importante y luego de nueve reuniones con todos los grandes
jefes, le dijeron que él llenaba todas las expectativas
que ellos buscaban y que pronto lo iban a llamar. Mientras eso
pasaba, Julia y Victoria oraban para limpiarle el camino a
Tomás. En el momento cuando la última entrevista
terminó, se había consumido uno de los cirios
encendidos por Julia y Victoria y se había formado el
número veintidós con la cera derretida. Este
número, según el libro de cábala que ellas
ya manejaban casi a la perfección, significaba la corona
de la vida. Lo cual quería decir – interpretaron ellas –
que el trabajo se
lo iban a dar, definitivamente, a Tomás. Ellas volvieron a
llamar a Tomás y le contaron su interpretación.

Mientras eso sucedía, en la oficina donde fue
entrevistado Tomás, nueve veces consecutivas, estaba
Rafael pendiente de todo cuanto pasaba. Rafael lucía
demasiado agotado, como si estuviera entablando una lucha con
alguien o con algo. Se veía envejecido, más
envejecido que cuando había muerto, y que cuando Julia y
Victoria lo habían visto en su primera
aparición.

Rafael montaba guardia en ese lugar porque observaba que
pasaban cosas muy extrañas que impedían que los
gerentes que entrevistaban a su hijo tomaran una decisión
a su favor: los documentos
relacionados con Tomás desaparecían una y otra vez
de los escritorios de los jefes, y Rafael los buscaba donde se
ocultaban para sacarlos a la luz para que los
ellos los analizaran. Los gerentes llegaban hasta olvidar las
entrevistas
hechas a Tomás y aquéllas quedaban borradas de las
mentes de esas personas. Cuando un gerente se
quería comunicar con otro para preguntar algo relevante a
Tomás, la
comunicación se cortaba, y más tarde, olvidaban
por qué habían llamado. Los jefes que debían
decidir en relación con el empleo de
Tomás cogían las referencias de éste y
cuando las iban a leer, se apagaban las luces; y cuando la
electricidad
se restablecía, ya habían olvidado lo que estaban
haciendo.

Rafael percibía las oraciones de Victoria y de
Julia invocándolo y el desespero de Tomás, pero
él no podía gastar las pocas fuerzas que
tenía dejándose ver, ya que tenía que
trabajar fuerte y rápido a favor de su hijo, porque la
lucha que libraba era demasiado fuerte en comparación con
las pocas energía que a él le quedaban..

Mientras Rafael libraba esa lucha, Victoria y Julia
miraban el último cirio que ellas habían encendido
y vieron que se había formado el número diecinueve.
Consultaron el libro de cábala y cuando buscaron el
significado de ése, el axioma trascendental que se
leía era: "toma el escudo de la fe y avanza con paso
decidido, ya sea a favor del viento y en contra de todos los
vientos". Ellas dieron por sentado que eso significaba que a
Tomás, finalmente, le iban a dar el empleo deseado, pero
que tenían que seguir orando porque les estaban probando
la fe que ellos todos tenían que poseer para ser
escuchados por el reino celestial.

Tomás, ya enloquecido por su angustia de no saber
por qué no lo acababan de contratar, llamó a la
empresa donde
había sido entrevistado nueve veces y le informaron que
había sido rechazado como candidato a optar por el empleo
deseado y no le dieron ninguna otra explicación de las
razones por la cuáles lo objetaban. Tomás
lucía desesperanzado ante lo que el llamaba injusto e
incomprensible y repetía hasta el cansancio:

– Pero… ¿Qué pasó?
¿Cómo es eso de que después de nueve
entrevistas donde me dijeron lo satisfecho y contentos que
estaban todos lo que me entrevistaron, ahora me informan que fui
rechazado?

Julia y Victoria enmudecieron ante la noticia y lloraron
desconsoladamente. Ninguna de las dos entendía qué
había pasado, el porqué después de tantas
señales
de victorias, según las interpretaciones y la
sabiduría de las ciencias ocultas, nada había
resultado como parecía que tenía que suceder.
Descorazonadas, empezaron a invocar a Rafael, pero éste no
aparecía. Al mucho rato de la invocación del
espíritu de Rafael, éste se apareció, por un
pequeño instante, y les dijo:

-Ya no tengo casi fuerzas, estoy librando una
última batalla para ayudar a Tomás, me
encuentro…

Rafael no pudo continuar su frase, porque
desapareció ante la vista de Julia y Victoria.

Julia, con su instinto de madre,
exclamó:

– Rafael debe estar en la última empresa donde
entrevistaron y rechazaron a Tomás, y si él ya no
tiene fuerzas para seguir, nosotras sí, ya que no somos
espíritus ambulantes, estamos bien vivas y vamos a
derrotar a todo lo que se nos atraviese.

Dicho lo anterior, se dirigieron a la oficina donde
Rafael creyó librar su última batalla. Llegaron y
entraron sin anunciarse y cuando estaban dentro, lo primero que
vieron fue a un Rafael más muerto que cuando murió
y en cada una de sus manos tenía una espada de acero, las cuales
no podía casi sostener. Julia, crecida en su bravura por
defender a Tomás, agarró la espada que tenía
Rafael en su mano izquierda y gritando como si viera algo, que
realmente no veía, exclamaba:

-¿Por qué no sales ahora? ¿Por
qué no peleas conmigo? ¡Yo no estoy muerta como mi
esposo! ¿Conmigo si es verdad que no vas a poder?
¡Sal! ¡Sal de tu escondite! ¡Te lo ordeno en el
nombre de la ley
divina!

Victoria miraba a su amiga, sin saber de dónde
había sacado tanto valor y
repetía lo mismo que decía Julia, pero más
asustada que convencida.

De repente, apareció la figura de un ser de
apariencia lúgubre y atemorizante. Éste era gris y
muy feo, vestía como esos fantasmas que
aparecen en las películas, sólo que sus vestiduras
eran raídas y negras. Julia, por un momento, dejó
el ímpetu que la había hecho gritar con todas las
fuerzas con la cual había gritado cuando llegó, su
mente quedó en blanco y no conseguía qué
decir.

De pronto, de la espada que sostenía Rafael en su
mano derecha salió un rayo de luz dorada que
parecía traspasar todo el cuerpo de Julia; la mente de
ésta empezó a funcionar como si fuera alimentada
por una fuente desconocida por ella. Miró a Rafael y pudo
notar que él la observaba fijamente, y que todos los
pensamientos que pasaban, ahora, por la mente de ella eran
transmitidos por él, a través del rayo dorado que
emanaba de su espada. Julia volvió a recobrar el
ímpetu perdido y mirando al ser lúgubre,
lanzó como una especie de conjuro:

-¡Huye Demonio, con cara de cocodrilo!

Victoria miró asombrada, realmente el ser
tenía cara de cualquier cosa menos de cocodrilo, pero su
asombro se convirtió en estupefacción cuando al
oír el conjuro, la cara del ser de aspecto siniestro se
convirtió en ese animal.

Julia y Victoria retrocedieron más asustadas que
nunca. En ese momento, Victoria pensó en ayudar a Julia
del ataque eminente que se acercaba de aquel ser con cara de
cocodrilo, y quiso agarrar la espada que Rafael sostenía
en su mano derecha, pero Rafael, sin emitir palabras porque
estaba librando una gran lucha interna contra aquel ser, y no
podía más que usar las energía que le
quedaba en forma apropiada, hizo un gesto de rechazo e
impidió que Victoria le quitara la espada. Victoria
miró a Julia desconcertada, y ésta sólo
atinó a decir:

-¡No! ¡No se la puedes quitar! ¡Es de
ahí de donde puede sacar la fuerza que le
queda!

Victoria miró, nuevamente, a Rafael, y
éste le señaló con la mirada que agarrara un
pedazo de madera que
yacía detrás de una puerta. Ella obedeció,
pensando darle unos golpes al hombre para
defender a Julia, pero en el momento que tuvo la madera en sus
manos, ésta se convirtió en un báculo
pastoral dorado, el cual, a pesar de parecer inerte, daba la
impresión de irradiar autoridad.

Victoria movió el báculo con todas sus
fuerzas por los aires con la intención de pegarle al ser
lúgubre, pero en el momento que ella lo levantó,
salieron de él unos ángeles dorados que rodearon
tanto a ella como a Julia y a Rafael. Los ángeles se
unieron todos de las manos haciendo una cadena, y cuando el ser
lúgubre quiso penetrar, no pudo. Mientras más
intentaba entrar, más se debilitaba, y Rafael iba
recuperando las fuerzas pérdidas. Durante el tiempo que
los ángeles estuvieron tomados de las manos para hacer la
cadena de protección, iban emitiendo unas palabras que
semejaban una plegaria:

¡Ommm sea fuerza ¡ ¡Ommm sea fuerza! –
Repetían una y otra vez.

Julia y Victoria observaban la cadena formada por los
ángeles y sin darse cuenta repetían aquellas
plegarias con la misma fuerza que aquéllos.

-¡Ommm sea fuerza! ¡Ommm sea fuerza!
–exclamaban al unísono con los
ángeles

Poco a poco, el ser lúgubre desapareció,
Rafael se levantó con más energía y los
ángeles, haciendo una gran reverencia, empezaron a dar
pasos hacía atrás, hasta que
desaparecieron.

Cuando los ángeles se marcharon, Rafael
explicó:

– A Tomás no le daban el trabajo porque
la envidia tan fuerte que había hacía él,
entre un círculo de personas que lo rodeaban, formaba una
fuerza tan malévola que hacía que todo le saliera
mal.

Luego, añadió que esas fuerzas negativas
habían logrado atraer ese ser tan extraño y tan
fuerte contra el cual ellos habían luchado. Dijo, que
desde la dimensión donde él se encontraba
había visto lo que le pasaba a Tomás y pidió
autorización al reino del más allá para
ayudarlo y que por eso había sido enviado para sacar a su
hijo de ese marasmo. Relató, que su mayor angustia era
porque sólo le habían dado un tiempo,
después del cual, si él no podía lograr
nada, se tenía que marchar.

Rafael manifestó, entonces, que ya su misión
había terminado y que tenía que
marcharse.

Victoria, intrigada, le preguntó por qué
había perdido tanto tiempo haciendo cosas por lo
demás en lugar de aprovechar al máximo el tiempo
concedido para ayudar a su hijo. A esto, él
contestó:

– Era una especie de ensayo porque
no era fácil hacerlo, tenía que aprender a moverme,
nuevamente, en esta dimensión, para poder actuar de forma
acertada.

Rafael se despidió de cada una de las personas
que lo había visto regresar desde el otro mundo. Ellos
volvieron a llorar su muerte como lo
habían hecho la primera vez. Nadie quería que se
fuera, pero Rafael bostezando, como lo había hecho la
primera vez que apareció, le dijo adiós a todos, y
con aquella sonrisa tan ingenua y tan suya, se fue desvaneciendo
hasta que se unió a una estrella que aguardaba por
él en el firmamento.

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Dedicatoria: a Rafael Barradas, quien
murió a destiempo.

 

Datos de la autora:

Nila Mendoza de Hopkins

Nació en Maracaibo, Venezuela.
Profesora Emerita de la Universidad del
Zulia, Maracaibo, Venezuela. Obtuvo su maestría en
Lingüística Aplicada en la Universidad
de Lancaster, Inglaterra. Tiene
35 años de experiencia en la enseñanza de idiomas y de
Lingüística Aplicada. Fue profesora invitada para
dictar la cátedra Metodología en la Enseñanza de
Idiomas con Propósitos Específicos en la
Universidad de Concordia, en Canadá. Conferencista y
panelista invitada a la Universidad de Puerto Rico en el
I Congreso Bilateralidad Cerebral e inteligencias
Múltiples.

Invitada especial como panelista y conferencista sobre
las estrategias de
aprendizaje,
en Cuba, en 1995.
Ha publicado varios artículos a nivel nacional e
internacional relacionados con Estrategias de Aprendizaje y la
Enseñanza de Idiomas. Tiene dos libros de textos
publicados: uno para enseñar Inglés
con Propósitos Específicos; y el otro, para
enseñar a leer y escribir el inglés como lengua
extranjera. Ganadora del 1er. Concurso de libro texto
auspiciado por el Vicerrectorado Académico de la
Universidad del Zulia (LUZ), en Venezuela .Actualmente, imparte
la Cátedra Competencia
Comunicativa en Lengua Escrita del Español,
como profesora invitada en La Universidad Católica Cecilio
Acosta (UNICA).

 

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